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miércoles, 1 de mayo de 2013

Día 8: Primera noche en casa tras la intervención


LUNES 22 DE ABRIL DE 2013:


     No había dormido tan mal. Ni siquiera me había despertado durante la madrugada para ir al baño. ¡Estaba encantada!.
Ahora venía lo peor, levantarse de la cama y sentir el dolor de la piel estirándose, como si me hubiesen colocado encima del potro se tratara. Quizá algo exagerado, pero así me sentía yo. Me acostaba lentamente en la cama y sentía el dolor, pero no tan acuciado cuando me levantaba y me encontraba de pie. Ese día no iba a ser menos. Me retiré a una habitación anexa y comencé a gritar y a llorar a la vez. ¡El dolor era insoportable!
     Conforme pasaron los minutos, el daño en mi estómago comenzaba a mitigar, pero seguía encorvada. Los cólicos eran soportables, pero cuando comenzaban los gases igual que una montaña rusa... era para morirme. Seguí con mi tratamiento para la depresión, ansiedad, hierro, cólicos y gases. 
     La vitamina C la aparté tal como me había indicado el ginecólogo, quien, antes de despedirse, me pidió que solicitara cita con mi enfermera, una semana tras la operación. Y así fue, mientras hacía mi caminata por el pasillo del hospital, me puse en contacto con mi ambulatorio y les pedí cita previa. El martes 23 haría una semana, pero no pudieron darme hasta el miércoles 24 a las 14:40 horas. Acepté.
     Estaba muy aburrida en casa, no podía levantar peso y casi no me podía mover de los dolores. Y si me acostaba, no era lo peor, sino al levantarme de la cama. Así que me recosté en un sofá como si de una silla se tratara y me dediqué a visionar las series de la semana que había estado hospitalizada, y por el momento, mis series favoritas: "Walking Dead"; "Gran Hotel", "Con el culo al aire" (de este último mi hermana me advirtió que no lo viera, porque me haría reir... y por entonces me costaba hacerlo. No pude con la tentación, así que me agarré el estómago durante toda la serie).
     Ni tan siquiera podía toser... cuando no me quedaba más remedio, buscaba rápidamente algo de beber y hacía un poco de gárgaras. Esto conseguía aliviar mis ganas. O si no, carraspeaba, aunque esto podía llegar a ser eterno. Lo peor era el estornudo. Venía sin avisar, y aunque intentara no hacerlo, los microbios salían por mi boca al igual que mis gritos del dolor tan fuerte en mi estómago.
     Mi hermana volvía de la Universidad a eso de las tres de la tarde. Le traía mi padre. Así que preparé la comida con algo de dolor, pero me apetecía hacerlo. Aún no me había "mezclado" con mis perros. Como uno de los ejercicios que me pidieron en el hospital era caminar, para mitigar el dolor de las grapas, le pedí a mi hermana que al dar un paseo a los perros, me dejara acompañarle (pero yo no podría coger a ninguno, porque los tres tiran de la cuerda).
     Llamé a Pilar y estuvimos hablando un buen rato, preguntándonos sobre nuestros estados de salud. Ella estaba mejor que el domingo. Pero de María no sabíamos nada...
     Y así fue, avanzada la tarde, mi hermana saca a uno de ellos (que no puede estar con el que le agredió y le dejó cieguito en un ojo. El otro se le apagó a causa del glaucoma). Camino detrás de los dos como puedo, con mucha parsimonia. Duele, pero es soportable. Quiero pensar que no me saludó por las ganas que tenía de salir a la calle, y por estar ciego... Pero no "le perdonaré" a mi favorito que no me saludara... ¡Me decepcionó! Jajajaja, estaba más pendiente de salir a la calle que de saludar a quien le da golosinas, cariño, comida y cobijo... La hembra sí me saludó, pero yo me coloqué detrás de una gran piedra para que no subiera a mi estómago. Pero de fiesta, comparada con otros días... ¡nada!
     Cada ciertas horas me tomaba un ibuprofeno. Reconozco que el hinojo, para los gases, casi siempre se me olvidaba, quizá porque no conseguía ayudarme (y ya estaba yendo al baño). Lo que más me sorprendió es que había ido sólo dos veces a orinar. ¡Un milagro! Estaba tan contenta que incluso hice partícipe a mi familia de esta algarabía.
     Esa noche no cené, tenía náuseas.
     

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