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miércoles, 15 de mayo de 2013

Día 22: Continúa mi baja

LUNES 6 DE MAYO DE 2013:

     No me he despistado, no aparecen los días anteriores a este lunes porque son todos iguales. Me despierto temprano, me tomo las pastillas para los dolores, como (como, y sigo comiendo), no puedo hacer ejercicio, no puedo levantar peso, camino encorvada y la espalda me duele.
     Mi segunda y siguientes aplicaciones de rosa mosqueta han sido muy distintas a la primera, que me hice algo de daño. Lo que hago es coger un poco con el dedo (más bien rebañar porque ya casi no me queda y era un bote pequeñito) y extenderlo en las palmas de mis manos, para luego aplicarlo a la herida. Coloco ambas manos en el centro de la herida y las voy alejando una de la otra, a lo largo de la cicatriz, y así unas pocas veces.
     Desde que hablé con María también me pongo Betadine, pero esto, por la tarde noche. Sigo sin las bragas fajas, así que mi ropa interior me hace algo de roce. Estoy pendiente de salir un momento (cosa que no me apetece en absoluto), para poder comprarlas... pero me da mucha pereza, mi ropa me hace mucho más daño (básicamente se compone de pantalones vaqueros).
     Hoy he tenido que ir a recoger mi baja por la mañana. El vaquero me lo he dejado abierto, un poco se subido la cremallera para que no se me cayera. Le he dicho a mi doctora lo de la espalda, la somnolencia y el daño que me hace la herida (insisto, nada comparado con el principio, lógicamente, pero el roce que escuece). Pero como quien oye llover... Lo único que hace es cambiarme Alapryl por otro medicamento, ya que éste ha dejado de comercializarse. Le gustaría que siguiera tomando esta medicina e intenta buscarme uno similar, aunque no lo encuentra, me habla de uno del que sí he oído hablar por otras personas que he conocido con depresión: Lexatin.
     Como la tarde la tenía ocupada con otra cita, he aprovechado para ir a una farmacia y comprar algodón en rollo, esparadrapo y gasas (mi padre ya me había comprado estos dos últimos productos, más el Betadine y el aceite de rosa mosqueta que encontró en Mercadona).
     Pues lo dicho, tenía una cita. He ido, por primera vez, a un psiquiatra (el mismo que me recomendó Pilar en el centro médico, la señora operada de la rodilla). Me esperaba otra cosa, que me sentara en un diván, que yo llorara amargamente y él me ofreciera pañuelos de papel, que yo me desahogara contándole toda mi vida y él me diagnosticara, etc. Fui porque no es normal que yo no quisiera salir de la anestesia... se puede decir, que ya no llamo a la muerte, sino que estoy en un punto en el que simplemente la espero...
     El psiquiatra, casualmente muy cerca de mi trabajo, es un señor muy mayor, tranquilo en todos los aspectos. Tiene a otra persona (me niego a utilizar la palabra paciente) en su despacho y me hace ir a una sala en la que sólo estoy yo, acompañada de más sillas y una mesita con una revista de economía que devoro durante mi espera (unos 5 ó 10 minutos y he sido muy puntual).
     Entro a su despacho, me llama la atención que no tenga ordenador... ni diván. Su mesa y dos 'confidentes' (en una de ellas me siento). En la pared, varios títulos. Detrás de mí un mueble o archivador. Es de la vieja escuela... utiliza fichas. Pero en su mesa tiene dos libros, uno de ellos es Windows para torpe. También tiene "La Ley de Murphy", un vademecum y otros pocos libros sobre medicina y su especialidad. Me noto nerviosa. No sudo, pero juego mucho con los dedos de mis manos, que escondo debajo de su mesa.
     Me pide otros cinco minutos mientras me hace esperar en su despacho... Creo que está almorzando, Ya son las 5 y cuarto de la tarde. Se sienta en su mesa y me pregunta qué me ocurre, no sé cómo empezar, así que le resumo mi estado actual: "No valoro en absoluto mi vida. Necesito autoestima. Sé que con ella la vida me gustará más". Hace un ruido muy extraño con su boca... todo el tiempo. Me pregunta mis datos personales y los escribe en una de sus fichas. Me hace unas pocas preguntas y soy capaz de contestarle sin echarme a llorar (incluso le menciono esta curiosidad en mí): "No sé si es gracias a los antidepresivos que estoy tomando desde principios de este año". Contesto a sus preguntas, algunas me cuesta dar respuesta porque nunca me he fijado con detenimiento. Me llama la atención que me pregunte si tengo la sensación de que la gente de la calle está en contra de mí... Con mucha tranquilidad pero sorpresa ante su pregunta, le dijo que ¡no! Ni oigo voces, ni pienso que haya una conspiración contra mí.
     Me pregunta si suele dolerme la cabeza, si soy muy olvidadiza y despistada en el trabajo. A todo le digo que sí. Comienza a hablarme de los distintos tipos de depresión. Me diagnostica una depresión (y no recuerdo qué palabra le sigue) arrastrada desde los 8 ó 10 años. Y se sorprende que mis padres nunca se hayan dado cuenta. Sigue hablándome con un tono de voz muy pausado, y su ruidito de la boca tragando saliva y mojándose los labios, mientras escribe en su ficha. Y mientras lo hace, yo no le hablo, me da corte interrumpirle.
     Me modifica los antidepresivos recomendados por mi doctor y me añade Paroxetina y Largactil, aparte de Lexatin. Estamos hora y media en su consulta y me pregunta si quiere que me vea un mes más tarde. Me dice también que no me recomienda terapia (en mi caso le parece una estafa), sino medicación. No tengo trastorno bipolar, ni esquizofrenia... únicamente depresión causada por mi falta de autoestima.

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