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martes, 30 de abril de 2013

Día 7: Mi alta médica


DOMINGO 21 DE ABRIL DE 2013:


     Tenía ganas de volver a casa. Pero al igual que María, tenía miedo de no estar asistida cuando tuviera algún dolor. Los tirones en el estómago eran fortísimos, no me daban cuartelillo. Caminaba cada vez más encorvada y gritaba en silencio. Antes de asearme, pedí que me quitaran la vía. No obstante, casi no pude mover el brazo derecho, ya que parecía que lo seguía teniendo (me recuerda a cuando me quitaron el yeso al romperme la muñeca hace unos pocos años. Mi brazo casi no lo sentía, a pesar de estar liberada).
     El ginecólogo, fiel a su horario, apareció a eso de las 6 de la mañana. Hoy me daba el alta. Que usara una faja para la herida (aún estoy por comprármela), pero tipo braga... Y otras indicaciones más. "Puedes seguir comiendo normal".- Me indicaba. "Mejor no".- Le respondí con sorna. Ante su sorpresa le dije que mi dieta se basaba en pizzas, bocadillos, perritos calientes, etc. Incluso me aconsejó que no dejara mi tratamiento del Escitalopram y del ansiolítico Alapryl (que mi padre tuvo que llevarme al hospital unos días después de los dolores fuertes, para que desapareciera mi ansiedad). También me dijo que ya podía seguir con Ferro Sanol. Le di las gracias y le pedí que no perdiera esa calidad humana que le caracterizaba. Él sonrió. La amiga que había pagado el comienzo de mi tratamiento, le reconoció, casualmente había sido su ginecólogo hacía unos meses... Él se ha convertido en mi ginecólogo, lo tengo clarísimo. Una de las enfermeras nos dijo a María y a mí que era buena persona, aparte de ginecólogo. Que no sabía cómo su mujer podía seguir con él, ya que estaba todo el día trabajando. En el hospital concertado (donde estaba yo en esos momentos), en otro ambulatorio (donde le vi por primera vez) y en su consulta. Que además, le dice a las pacientes que vayan tempranito al ambulatorio para que no tengan que pagar consulta...
     Pilar fue aseada en la silla de ruedas y la llevaron hasta su cama completamente desnuda. No paraba de quejarse... El domingo no fue su mejor día. A mí me hicieron la cura, esta vez me había puesto el pijama que llevaba el primer día, y por fin tenía puesta ropa interior.
    La pobre Pilar no paraba de quejarse. Llamé a mi padre para comentarle que me habían dado el alta, que podía coger un taxi y se negó. Pero que si podía comer allí, mejor. La enfermera me lo había preguntado unos segundos antes. Durante dos días me pusieron pescado con trozos de zanahoria hervida. Entre la poca hambre que tenía, el pescado que no me gusta mucho, y que la zanahoria hervida me gusta menos, el plato casi siempre volvía como llegaba. Lo que sí tomé del todo, fue un caldo de pescado con arroz que sorprendentemente me gustó. Pues como no me comía la zanahoria (cruda me gusta), supongo que el cocinero pensó: "Pues ahora te las tragas como cocinero que me llamo", y me las mezcló con macarrones. Me comí todo el contenido del plato, zanahorias hervidas incluidas.
     El enfermero que me entregó el alta era el joven negro. Me explicó lo que debía hacer a partir de ese momento... reconozco que no le hice mucho... Y por culpa de esto, le pregunté por un concepto que aparecía en el alta: "¿Qué es eso de que queda pendiente la histopatología?". "Son las pruebas que te comenté por las que debes esperar". Para recoger mi biopsia, me llamarían unos pocos días más tarde.
     Mi alta dice lo siguiente: Útero miomatoso de unos 12 cm. Ovario drcho. normal pero adherido a cara post de útero. Ov. izqdo: quiste de aspecto endometriosico de unos 8 cm+nódulo calcificado de unos 3 cm. Síndrome adherencial que ocupa toda la pelvis menor. Intervención: liberación de  adherencias, liberación de anejo drcho. Histerectomía substotal (se converva cervix uterino). Anexectomía izda. cierre por planos. se deja surgicel en Douglas y redon.
     Ni que decir que hay mucho que no entiendo.
     Unos amigos de Pilar habían ido por la mañana, yo estaba intentando dormir cuando oigo al señor diciéndole a Pilar que me conocía, que quería que le presentara. Pilar respetó mi descanso (a pesar de que lo estaba escuchando todo, pero no abrí los ojos, sino sólo cuando pasaron por delante de mi cama). Hablaban muy alto, pero en un momento dado perdí la noción del tiempo, porque una enfermera me asustó cuando intentó tomarme la tensión. Entonces vi su cara y seguí oyendo la conversación de Pilar con sus amigos. El señor aprovechó y finalmente conversamos, pero yo no estaba para eso, así que volví a cerrar los ojos, pero no conseguí dormir esta vez.
     Con la bandeja de la comida, venía una tarjetita azul con el número de la cama. La usé para pinchar el pendiente de María e indicar su fecha de alta y baja, al no conocer sus apellidos. Y también le envié un SMS, pero no obtuve respuesta. El enfermero negro se quedó con la nota mientras sonreía (supongo que por el gesto). "Mejor dámelo a mí, porque en recepción pasan un poco".- Aunque se ofreció con desdén.
     Mi padre llegó por la tarde, cuando yo estaba durmiendo. La hija mayor de Pilar también coincidió con mi salida y nos despedimos como si se nos fuera la vida en ello. Entré con una mochila cargada, pero mi padre tuvo que cargar con la mochilas más tres bolsas llenas de regalos y cosas nuevas. 
     Llegamos a recepción y devolvimos el mando del televisor, así que mi padre pudo recuperar sus 15 euros. Tenía que bajar una pequeña escalinata, no lo pasé bien, hacía una semana que no hacía ese esfuerzo... Cuando salí a la calle con pijama, el mercadillo estaba en sus últimos minutos. Y efectivamente la calima no era normal... hacía tanto calor, que sólo unos segundos bastaron para que empezara a sudar (habíamos tenido todo el aire acondicionado que quisimos en nuestra habitación. Pero cuando ésta se llenaba de gente, el calor se hacía notar). Cuando llegué al coche de mi padre, tardé minutos en subir al mismo. La carrocería estaba ardiendo y yo no quería ayuda de mi padre, así que intenté subir como pude, con muchos tirones, hasta que solté lágrimas de dolor. Mi padre colocó el cinturón de seguridad de otra manera para que no me obstaculizara el estómago.
     Cuando llegamos a casa, lo primero que hice fue pesarme. ¡Seis kilos menos! Estaba encantada, pero dolorida a la vez, así que me tumbé en mi cama. Mientras veía la tele, comencé a sentir mucho sueño, y quise cambiar de postura. Como no conseguía levantarme de mi cama, empecé a girar sobre mí misma encima de ella, y sentí tanto dolor que pegué un fuerte grito. Lloré amargamente. Mi hermana corrió a llamar a mi padre y éste se asustó. "¿Por qué no me pides ayuda? No quiero que hagas esfuerzo alguno. Ahora estoy yo para cuidarte".- Pero yo no quería abusar. Lo que comenzó siendo un drama, terminó como comedia. Mi padre buscaba soluciones para que yo pudiera estar cómoda en la cama, así que con sus robustos brazos, intentó levantar el colchón (tal como hacía la cama en el hospital), y poder beber. Comencé a reírme mientras me agarraba la tripa para que no me doliera, entonces él se reía y soltaba el colchón sin darse cuenta. Mi hermana tampoco ayudaba mucho. Buscó una pajita para darme de beber, pero no encontró. Cogió una gran cuerda y la ató en una puerta anexa a mi habitación, para que yo pudiera levantarme, pero me hacía mucho daño. Mi hermana intentó levantarme de la cama, pero yo estaba gritando de dolor, ¡el estómago me tiraba! Mi padre volvió a intentarlo y cuando conseguí levantarme empecé a gritar de dolor. "¡Dios, mi barriga, me quema, me quema!".- Gritaba mientras lloraba. Mi padre se sentía impotente, pero el dolor era demasiado... Pasaron minutos hasta que el dolor remitió (aunque no del todo). Mi hermana sugirió que durmiera en la azotea. No sé por qué, acepté la idea. Abrimos el sofá cama y tras acostarme, noté una pequeña diferencia. No obstante, cuando volví a levantarme, pegué tal grito que mi familia volvió a asustarse.
     No me atreví a estar al lado de mis tres perros (nos separa una puerta corredera y una verja de metal). Tenía miedo de que se tiraran a mi encuentro por la alegría después de una semana. Desde el divorcio de mis padres, mi hermana y yo tenemos un pequeño ritual, ver películas los domingos. Ahora estamos con la saga "Resident Evil", y me preguntó si este día tocaba película o no. "¡Por supuesto! La podemos ver en la azotea, donde está el televisor más grande". Y así fue. Tras la película, ella se fue a la cama porque al día siguiente debía ir a la Universidad. Mientras tanto, yo sólo pensaba en el trabajo, lo que me había quedado pendiente. Seguía durmiendo boca arriba... incomodísimo y doloroso.
     Yo tenía la esperanza de que al día siguiente no me doliera tanto el estómago, pero reconozco que me daba mucho miedo levantarme de la cama, que era cuando más me dolía.
     A la hora de dormir, me tomé un ansiolítico, abrí la ventana de par en par para que corriera algo de fresco, y me quedé con una sábana. Dormí mejor... pero no bien...

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