VIERNES 19 DE ABRIL DE 2013:
Cuando desperté, mis mareos seguían ahí, pero no había sido como el día anterior. Mi tía, quien se había quedado de nuevo esa noche, me pidió que tomara, al menos, el zumo de piña que me habían traído. Y así estuve un rato, sorbo a sorbo. Mi padre me había regalado dos camisones más (cada vez más cortos para mi gusto) y un par de zapatos zueco en azul marino, muy parecidos a estos. Sin lugar a dudas eran más cómodos que mis sandalias de verano (las única que llevé pensando que estaría uno o dos días).
Conforme hablaba con mi tía y compañeras de habitación, de repente me entraron ganas de vomitar y rápidamente agarré una pequeña caja de cartón que me había entregado el día anterior para ello. Esa vez sí vomité. Estaba la cama inclinada en forma de silla y el primero lo llené de líquido. Estaba tan lleno que mi tía tuvo que alcanzarme el otro. Líquido, vomité líquido. ¡Mi estómago iba a estallarme! Estaba haciendo un esfuerzo tremendo y parecía que las grapas, en cualquier momento, saltarían (era sólo la sensación). No sé cómo mis acompañantes pudieron sorportar aquello (yo no puedo, alguien vomita delante de mí y yo lo hago detrás).
Un momento más tarde llegó mi padre, pero se fue con mi tía y prácticamente no le vi el pelo. El día anterior había sido el cumpleaños de mi sobrino y, a pesar de recordar el evento durante todo el año, ayer se me olvidó, así que pedí disculpas a mi hermano y a su pareja, felicitando al niño. Mañana lo celebrarían con una gran comilona. Lógicamente yo no podía ir.
Nos volvieron a asear, tras el mismo nos hicieron las curas a Maria y a mí, tumbadas en la cama, con el camisón subido hasta el pecho y sin ropa interior. Sólo en esos momentos hacían salir a los familiares. Pero yo estaba tan cortada por el resto... El joven enfermero negro fue quien me puso la cura. Yo estaba de buen humor, me había conocido con un ataque de histeria. Pero esta vez, pensé que el esparadrapo de la cura me lo había pillado mal, porque conforme me levantaba de la cama me tiraba muchísimo la piel, tanto que gritaba por dentro. Yo, que soy muy cinéfila (aunque parece que sólo me acuerdo de gore), me hizo pensar que estaba en manos de "Puzzle" y que era la nueva protagonista de 'Saw'. La sensación era que alguien se estaba "divirtiendo" mientras con un quitagrapas me arrancaba todas y cada una de ellas mientras se reía...
Por cuarta vez me habían cambiado la vía. De la muñeca izquierda pasó a mi fosa del codo derecho. Recuerdo que fue el día que me dolía mucho el estómago y que tanto mi padre como mi hermano estuvieron allí. Me he liado un poco con los días, pero viendo mis mensajes de WhatsApp, supe que lo primero que me había ocurrido había sido el mareo y luego el dolor de estómago (aunque creí que había sido al revés. Pequeño error corregido. Sólo ha sido en los días). Me dolía tanto la muñeca izquierda que el joven enfermero, con muy mala gana, comenzó a buscarme venas en el brazo derecho. Mantuvo mi brazo en su entrepierna (al día siguiente, creo que había sido hoy, bromeamos con eso y otras cosas delante de sus compañeros). No conseguía nada, así que daba pequeños golpecitos en mi brazo para encontrar la vena, supongo. Por fin me la colocó y dejó de dolerme.
Nuestro ginecólogo, quien se había pasado de nuevo a eso de las 6 de la mañana, le dijo a María que el sábado ya tendría el alta, a mí me lo daría el domingo. María parecía estar mejor. Hacía tiempo que le habían quitado la sonda y podía orinar por sus propios medios.
Yo no lo conseguía, así que me pinzaron la sonda vesical. Una enfermera nos había explicado que, tras quitarnos la bolsa de la orina, tendríamos "una colita" para orinar, como un hombre. El cachondeo fue general. Cuando sintiéramos ganas de orinar, es decir, cuando la orina estuviera llena, ir al baño y destaponar la sonda para que nuestra orina saliera por el tubito, y luego taparlo. Pero a mí no me salía, es decir, yo nunca tenía la orina llena... María sí que lo consiguió, al igual que con lo otro (en el sentido más escatológico).
Durante dos días me pusieron una pinza en la sonda. Yo no entendía bien a la primera joven que me lo puso, otra compañera me lo explicó así: "Vamos a hacer unos ejercicios. Les pinzaré la sonda. Así que, cuando sientan que su vejiga esté llena, orinan. Y así tres veces". Dobló el tubito de la sonda y lo colocó dentro de una capucha, para "pinzarla". Pero yo nunca lo conseguí.No recuerdo si fue este mismo día o el anterior, cuando una enfermera me dijo que me quitaría el drenaje. "Esto te va a doler". Aquello fue la saga Saw al completo. Pegué un fuerte grito mientras parecía que me sacaba un tubo enorme de mi cuerpo. Creo que fue en el día de hoy cuando me quitaron la sonda (estoy confundiendo un poco los días, pero los hechos son reales). A la misma muchacha le pedí que me mirara la cura porque aquello tiraba, pensaba que me había pillado algo más de "carne". "Cuando te vayan a hacer la cura, intenta tirar tú misma de tus muslos. Porque a veces, los enfermeros ponen el esparadrapo y no se dan cuenta que han pillado algo más de piel".- Me advirtió el ginecólogo, quien nos visitaba tres veces al día. A la pobre María no le hacía mucho caso... (o por lo menos esa fue mi impresión). Pero ella también estaba pasando lo suyo. Aunque pareciera más fuerte que yo...
Llegó el gran momento, la bolsa de la orina volvió a formar parte de mi pasado (lo intentaron una vez y no lo consiguieron). Ya conseguía comer algo de sólido (muy poco, pero algo es algo, así que también se acabó el suero. De la vagina me colgaba la sonda vesical (pero sin la bolsa). En un momento dado me levanté de la cama (con el dolor fortísimo de que parecía que me estuvieran tirando del estómago) y le dije a mi tía que intentaría orinar. Y así fue. Abrí el taponcito rojo, salió un poco de líquido y comenzó a salir más... Y todos tan felices. Pero los gases seguían jugándome una mala pasada: "Al abrir el estómago, entra aire, de ahí los gases".- Nos decía el ginecólogo. "Cómprele hinojo en pastillas".- Le recomendó el licenciado a mi padre. A fecha de hoy (29/04/13), esto no me ha servido, aunque me lo sigo tomando...
Cuando comenzaron mis gases fuertes (creo que fueron el miércoles), sólo hasta el final del día decidieron finalmente introducirme un tubito por el ano (esperaron hasta el final, cuando me lo podían haber hecho antes sabiendo que esa podía haber sido la solución, pero nada más lejos de la realidad). Me mantuve el tubo durante unos largos minutos. Una auxiliar me recomendó sentarme en la taza del váter mientras me agarraba el tubito. Mano de santo (no el remedio, sino la idea. Más cómoda).
Mi padre apareció por la tarde, y le confesé que le había echado de menos...
Pero los gases siguieron, y hasta el día de hoy. Hoy ponían "Sálvame Deluxe". Pagué unas tres horas y nos pusimos a ver la tele (segundo día que lo encendíamos). Las tres nos quedamos dormidas mientras el programa seguía en su curso. De vez en cuando yo abría los ojos y veía a Jorge Javier Vázquez hablando con el invitado, pero eran momentos...
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