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sábado, 27 de abril de 2013

Día 2: La intervención quirúrgica


MARTES 16 DE ABRIL DE 2013:


     Siete de la mañana. Las enfermeras han estado entrando durante toda la noche a la habitación. Hablando alto sin respetar a las que dormíamos allí. Mala noche. No he dormido. Los familiares de Isabel (la compañera operada de hernia), y ella misma, respetaron, con sus susurros nuestro sueño, el de María y el mío, a pesar de que yo les oía y me desvelaba continuamente. Pero la joven sanitaria abría nuestra puerta y la dejaba caer, haciendo mucho ruido. Encendía todas las luces de la habitación y hablaba con Isabel con el mismo tono que se habla en una discoteca... Y así fue durante toda mi estancia en el hospital. Ninguna enfermera tuvo la decencia de respetar nuestro descanso... Para ellas/os será normal, para mí no. Y necesitábamos descansar.
     La sobrina e hija de Isabel siguen en la habitación. Se quejan de los dolores que ha tenido la paciente y que no ha podido dormir durante toda la noche... no era la única.
     "¡Señoritas! Hay que ducharse. Si necesitan depilarse me lo dicen para rasurarles".- Nos grita una de las enfermeras mientras abre nuestra puerta y enciende las molestas luces de la habitación a las siete de la mañana. "No me coman ni beban nada".- Nos vuelve a advertir. "Yo ya estoy depilada de casa".- Digo. "Pues yo no lo sabía". - Indica María. Aquella que tanto había cuidado a ancianitos y sabía de todo lo que debe hacerse en un hospital.
     Entra primera al baño. Mejor, así puedo descansar un poco más. Tras asearnos, nos quedamos esperando mientras hablamos de nuestras cosas. María es muy dicharachera, pero llega a resultar cansina. Cierto es que va descubriendo lo negativa que soy y eso le saca de quicio. María no pide las cosas directamente. Ella dice: "¿Necesitan tener esa luz encendida? Lo digo porque molesta un poco, pero si la necesitan por mí no la apaguen". "¿Quieres que la apague, María?". "Por mí no, pero lo agradecería. Es que molesta mucho. Además, estamos mejor con la luz apagada". Y así era María, era divertida, pero no muy clara. Y todo lo que pedía era para su beneficio, pero con esta sutileza (que obviamente, a mí, me rayó desde un principio).
     Estábamos muy tranquilas, pero con ganas de que nos intervinieran ya. "Y ahora a esperar... no se sabe a qué hora nos bajarán".- Me decía María. "¿Y nos hacen duchar tan temprano?". "Más bien lo hacen para que el próximo turno lo tenga todo más masticado"
     No recuerdo si fue la noche anterior o esa misma mañana, que nos pusieron un enema a María y a mí. Horrible. No fue una buena experiencia porque debido a mi timidez, me obligaba a ir al baño delante de mucha gente, lo que conlleva mucho ruido. María no se cortó un pelo, y le envidié por eso. Le acompañó la Filarmónica en todo momento. Pero yo tiraba del agua continuamente para que no se me oyera, y unos dolores horrorosos. Hubiera sido más fácil que me dijeran que no comiera en varios días. Esta maldita timidez... Líquido, sólo salía líquido. Pero el ruidito orquestal era lo que más me molestaba.
     No esperamos mucho. A eso de las 9 de la mañana, un joven entró a nuestra habitación con una camilla preguntando por María. La enfermera que le acompañaba nos reprendió porque no estábamos preparadas. "Pero nadie nos ha dicho nada".- Dijimos ambas. "Pues hay que ponerse esa bata".- Dijo señalando una bata azul, típicas de hospital (de esas que dejan el culo al aire y que yo creí que se trataba de una leyenda urbana) que teníamos cada una en una mesita al lado de nuestras camas. "Ahora mismo tengo una compresa puesta y estoy manchando mucho".- Le dijo María a los enfermeros (o auxiliares, ignoro qué eran. Uno de ellos estaba vestido completamente de verde. La otra de blanco). Y era cierto, en un momento dado, cuando me tocó ir a la ducha, vi el suelo y la puerta del baño con gotas de sangre, que yo misma limpié.
     Isabel se había quedado con una sola acompañante, si no recuerdo mal, una de sus hijas. A todo esto, esperaron por María y cuando ésta estuvo preparada, se la llevaron en la camilla. Ahí comenzó mi desesperación y nervios. No hizo falta que me lo dijeran, yo me había deshecho de mis pendientes y reloj, lo único que llevaba era la pulserita que el día anterior me había colocado una enfermera con mi nombre. Fui al baño para ponerme la batita azul y me acosté en la cama como pude... tenía a la acompañante de Isabel, a mi izquierda, e intentaba que no se me viera ninguna parte de mi culo... Además, era muy cortito y mis piernas estaban al aire.. tampoco las enseño... Esa semana tuve que perder parte de mi vergüenza.
    Yo no disponía de reloj, pero casi seguro, a las 11 horas aproximadamente, vino el mismo joven de verde pero esta vez con una silla de ruedas para llevarme a cirujía. Le comenté que yo también tenía la menstruación y me dijo que podía quedarme con las bragas y la compresa puestas. "¿Por qué yo en silla de ruedas?".- Él no supo qué contestarme y mi pregunta era más bien de curiosidad más que de queja.
     Después de casi 19 horas encerrada en la habitación y sin salir siquiera al pasillo, el joven me llevó, en silla de ruedas, hasta uno de los ascensores que yo misma había utilizado el día anterior, no sin antes, Isabel intentar tranquilizarme diciendo que todo iba salir bien... (pero, ¿cómo iba a decirle que eso no era lo que yo buscaba? Rezaba para que se cumpliera la última línea de la anestesia. Rezaba).
     De la planta 7 bajamos a la 3. Le había preguntado por la hora al joven que me portaba, pero también carecía de reloj: "Deben ser las once y pico".- Me dijo. Giramos unos escasos metros hacia nuestra derecha y entramos en una sala, donde me dejó sentada en la silla y sin gafas. Tengo miopía y astigmatismo. Y aunque no diferenciaba las caras, sí era capaz de distinguir lo que me rodeaba. Me colocó de espaldas hacia la pared y de cara hacia la puerta principal, una de las hojas se mantenía cerrada. Había una señora mayor a la que tuvimos que pedirle permiso para entrar en la sala, porque se encontraba ocupando la puerta. Preguntaba por un médico. Cuando éste salió a su encuentro, estuvieron mucho tiempo hablando de pie, frente a mí, pero yo no estuve atenta a la conversación, al menos en su totalidad. Ella se quejaba de sus dolores... no sé más. Deseé poder ir al baño para volver a asearme. Estaba manchada de sangre y no me apetecía que el cirujano me viera así. Frente a mí había dos puertas, una de ellas estaba abierta, pero no conseguí adivinar si se trataba o no de servicios. Me quedé un buen rato esperando... Entraba y salía mucho personal, no era una habitación de paso. Tenía la sensación de estar en una sala parecida a las de los gimnasios. En un momento dado, alguien me saludó levantando su mano derecha y entrando en otra habitación, mientras me decía: "¡Buenos días! Soy tu matarife".- Sin duda se trataba de mi ginecólogo. A pesar de la frasesita, su voz transmitía calidez... Yo intentaba aparentar tranquilidad, pero el estómago me jugaba malas pasadas... me estaba poniendo cada vez más nerviosa.
     En medio de toda la confusión, desde la puerta, alguien me llamó por mi nombre, después de preguntar a otra persona que se lo recordara. Eran la hermana y sobrina de María. Les dije que sin gafas me era imposible reconocer a nadie.
     De repente, de otra sala a mi derecha, apareció el joven de verde con una camilla. Alguien estaba en ella. Entorné un poco los ojos y conseguí adivinar que se trataba de María. Pero para cerciorarme, le pregunté: "¿María? ¿Eres tú? ¿Qué tal todo?".- "Muy bien... no te enteras de nada".- Me decía mientras se la llevaban de nuevo a la habitación.
     En un momento dado, apareció un enfermero (o médico), ayudando a una señora (a quien no miré), a sentarse en el banquillo que yo tenía a mi izquierda. Le hizo levantar las piernas en otro pequeño banquillo frente a ella. Sólo unos pocos minutos más tarde, el joven de verde me recogió y me llevó hasta la misma sala de la que había salido María en camilla. Un pequeño pasillo se abría a una sala llena de aparatejos. Pero no llegué hasta el fondo, sino que me hicieron entrar a otra sala que tenía a mi derecha. Ahí me operarían. Me puse más nerviosa... Y yo sin gafas...
     Como aún no tenía dificultad para moverme, me levanté de la silla de ruedas y yo misma me coloqué en la camilla, siguiendo las instrucciones de otro hombre. "Un poquito más arriba, la cabeza más arriba".- Me decía mientras mencionaba mi nombre. No me dio mucho tiempo para fijarme en lo que me rodeaba. Recuerdo un biombo a mi izquierda, pero no era una sala extremadamente amplia. Vino una mujer a la que le dije si podía quitarme las bragas, ya que estaba sangrando. "¿Pero mi compañero no se las ha quitado?".- Entonces miró a otra compañera suya mientras negaba con la cabeza: "Aquí lo tengo que hacer yo todo, ¿te has fijado? Él viene aquí, hace una cosa y ya está todo hecho". Me quitó la ropa interior y me quedé únicamente con la bata azul. Ni me preocupé por las bragas en ese momento. Incluso juraría haberle dicho que las podía tirar.
     En todo momento se dirigían a mí por mi nombre. La enfermera (o doctora) que recibió la queja de su otra compañera, era una joven andaluza. Me colocaron los brazos en cruz y alguien, por detrás, me arrancó la bata. Mis pechos quedaron al aire libre y me colocaron electros en esa zona. En mis dedos creo recordar que también me colocaron algo similar. La joven andaluza se acercó a una máquina que estaba frente mí, y me preguntó mi edad, peso y estatura. Bromeé con mi peso... Y esto es lo último que recuerdo.
     "¡Despierta! ¡Despierta!".- Me decían varias personas mientras mi nombre era repetido en la sala. Alguien comenzó a bofetearme suavemente. Yo no conseguía abrir los ojos. Tenía tanto sueño que ni respondí. Sólo atiné a mover un poco la mano, para que ellos supieran que yo estaba allí... desgraciadamente viva... Oí a una señora quejarse, seguramente estaría al otro lado del biombo. No conseguían espabilarme, pero no le dieron mayor importancia. Estuve muchos minutos en la camilla de operaciones. Fue entonces cuando oí la voz de un joven pidiéndome que me dejara llevar. Me trasladó a otra camilla, probablemente ayudado por otro muchacho.
     ¿Ya está? ¿Ya había sido operada? ¡No recuerdo ni siquiera haber soñado! Quería anestesia para llevarme a casa. ¡Una maravilla!
     Intentaba abrir los ojos, pero me era imposible, estaba tan adormecida que no conseguía siquiera mover el resto de mi cuerpo... Era consciente de los movimientos, la camilla saliendo de la sala, la voz de mi padre seguramente esperando fuera de la primera salita en la que me hicieron esperar en la silla de ruedas, el ascensor, la puerta de mi habitación, el traslado de la camilla a mi cama, nuevamente la petición de dos jóvenes para que me dejara llevar, y el ruego de girarme hacia mi izquierda para colocarme algo en la cama, una especie de pañal... ¡Incluso era consciente de que estaba completamente desnuda cuando me hicieron ese último movimiento! Yo no hacía nada, me dejé llevar como ellos me pidieron... Nunca he tomado drogas, pero seguramente los que lo hayan hecho, hayan sentido esa sensación... estaba completamente ida... no era capaz de hacer movimiento alguno, sólo de mis ojos, que intentaba abrirlos y me era imposible... ¡Cómo es posible que me acuerde de todo eso!
     Oí a mi padre, a mi hermana y a mi hermano diciendo que yo estaba intentando abrir los ojos. Éste último se reía porque debía de verme muy graciosa intentando abrir los ojos y no poder hacerlo. A lo largo del día, aparecieron dos amigas. Una de ellas era la hermana de quien comenzó todo este proceso. Le oí decir que me había comprado unas revistas y que me había traído algo de comida "de  estranjis", así como un camisón (que no nunca uso). Era consciente de todo eso, incluso les dirigí la palabra, pero los ojos ni los abría casi. Cuando me hacían reír me dolía el estómago.
     Pasaron las horas pero yo no conseguía abrir los ojos, a pesar de intentarlo. Ya era de noche, ignoro la hora, pero apareció mi tía paterna. "¿Qué haces aquí?".- Atiné a preguntarle mientras intentaba abrir los ojos. "Vengo a cuidar de ti".- Me decía mientras me acariciaba el pelo y me sonreía. Sólo hacía una semana que su madre había fallecido y le había estado cuidando igualmente en el hospital.
     No recuerdo muy bien esa noche, sí que conseguí abrir los ojos de madrugada o al día siguiente...
  

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