LUNES 29 DE ABRIL DE 2013:
Para quitarme las grapas, la enfermera me había dado dos opciones: bien a las 10:15 horas, o bien a lo largo de la mañana, ya que ese día tenía guardia, lo que supondría que me podría atender en cualquier momento. Tras vacilar, finalmente había elegido a las 10:15. Cogí el transporte público, fue algo incómodo porque me tocó ir de pie y aquello hacía algo de daño.
Cuando llegué al centro médico, por el pasillo me topé con la enfermera, pero no me vio. Iba acompañada de otra paciente. A eso de las 10, salió mi médico de cabecera haciendo lista. "¿Te toca hoy conmigo?".- Me mira a través de sus gafas sostenidas por su tabique nasal. "Hoy no, me quitan las grapas, y estoy muerta de miedo". "¡Eso no duele! Lo peor ya lo has pasado, que fue la semana pasada". Aún así, no consigue tranquilizarme.
La enfermera es algo puntual y me recibe a eso de las 10:15 aproximadamente. Cuando voy a pasar a su consulta me dice que me ve mejor cara que la última vez... Yo me encuentro igual. Me pide unos minutos para ir a recoger el guitagrapas (cuando oigo la palabrita, más nerviosa me pongo, ya que he estado toda la semana pensando en que alguien, con mucha mala leche, me las arrancaba con un quitagrapas). "Déjame entonces ir al baño antes, - le pido - no he ido porque quería que supieras que ya estaba aquí. Me topé contigo en el pasillo, pero tú no me viste".
Cuando vuelvo del baño, coincidimos en la puerta. "¿Y el quitagrapas?".- Le pregunto, ya que no le veo con ningún instrumental. Ella me sonrío y me señala su bolsillo. "Lo tengo aquí, yo ya estoy preparada". "¿Tan pequeñito es?".
La enfermera me pide que me tumbe en la camilla, lo hago tal como ella me enseñó días atrás. Me bajo los pantalones y dejo al descubierto la herida con la cura que ella me había hecho: "Respira profundamente".- Con esta frase me pongo más nerviosa. Me arranca el esparadrapo con cuidado, pero consigue hacerme un poco de daño y me retuerzo algo en la camilla, soltando un pequeño quejido.
"Empezaré a quitarte las grapas, verás como no te duele. Dime, ¿estás leyendo algo?".- Su intención era que yo pensara en otra cosa. Me quita la primera grapa y me pregunta si me ha dolido. "He sentido un débil pinchazo, como si fuera un alfiler, pero no ha sido doloroso". "Tienes que relajarte. Sigamos hablando de otras cosas". Y así fue... cada grapa que me quitaba, prácticamente no sentía nada, sólo un pequeñísimo pinchazo de alfiler, pero nada que me hiciera retorcerme de dolor. Ni siquiera un breve lamento... No obstante, estaba algo tensa y sudaba un poco. Hacía unos días, la enfermera me había advertido que me dolería tanto como cuando me lo pusieron... No es así al 100%, ya que me anestesiaron completamente y no me enteré absolutamente de nada, aquí notaba leves pinchazos de aguja. Aún así, agradecí que fuera de esa manera, después de haber hecho conjeturas [equivocadas].
Las grapas las puso encima de una gasa y le pedí que me las enseñara, pensé que me daría un vahído (aunque en mi vida me he desmayado, y menos por sangre). Eran pequeñísimas, yo me las esperaba mucho más grandes. Entonces me envalentoné y le pedí ver el quitagrapas. Me sorprendió su tamaño tan minúsculo (la parte que quita las grapas). Y me acordé del que uso en el trabajo, por eso estaba asustada. "¿Las quieres conservar?".- Me preguntó la enfermera mientras me ofrecía guardarme las grapas. "¡No! ¿Para qué quiero yo eso?".- Después de pensármelo unas milésimas de segundos, le dije que sí, pero que no pensara que era una friqui. "Verás como ahora te tira menos la herida".
Fue rápido y casi indoloro, una vez en la parada del autobús, le envié un SMS a mi amiga: "Tenías toda la razón, no ha dolido".
La herida hacía días que había dejado de tirarme, aún me dolía dormir de lado, y boca abajo no me atrevía.
Recibí un mensaje de uno de mis jefes llamándome la atención por haber ido a trabajar el fin de semana. Reconozco que por el tono me hizo llorar. Así que le respondí que me perdonara, que no lo volvería a hacer, pero que no entendía por qué me decía lo que me estaba diciendo si había indicado todos y cada uno de los expedientes que yo había tocado. Además, no recibí mensaje del resto de mis jefes, salvo que por error me habían pagado dos veces la nómina, y que hablara con mi banco para que lo devolviera. Cosa que hice en ese mismo momento.
El día siguió como el resto, algún que otro dolor, cólicos sobre todo. Sueño, mucho sueño como todos los días y en casa las siguientes horas hasta el día siguiente.